From the top you pushed me.
Todo un tema la playa. Todo un tema Mar del Plata precisamente. La cantidad de gente, insoportable, y no olvido así que yo fui parte de la cantidad de gente. Pero realmente me remití a una pileta en vez del atractivo y poco seductor mar marrón, clásica costa argentina, clásica costa de Buenos Aires (sin hacer analogías de colores con gente ni nada por el estilo). En fin, qué pasa cuando Lau decide ir a la playa/pileta? Toda una serie de acontecimientos, comenzando por ver qué tal el día, si el sol está muy fuerte o está como para mi (dado que la vida me ha provisto de una blanquiñocidad poco deseable o mejor dicho: poco envidiable), juntar todas las clásicas cosas que acompañan a quien va a sambullirse en busca de un poco de frescura en su cuerpo acalorado. Mochila, toallón dentro, remera, etc. y por supuesto, inexorable en mi existencia, protector.
Entonces Lau llega a la pileta, oh sí, llega a la pileta. Admira el tamaño, agarra una reposera y se propone echarse en ella. Se desviste, y voilá el sol se refleja en mi hiriendo a los demás que están en el lugar. Pido disculpas mentalmente, pero sé que algunos me miran pensando "qué blanca, dios mio" o cosas por el estilo, de hecho, mis mismos familiares lo dicen "a quién saliste así vos? a la abuela Chita quizás, no sé.. sos muy blanca.. ay dios.." Así que gracias abuela Chita.
Empieza la travesía del bronceador, siempre Lau debe tenerlo cerca. Empieza por los pies, de abajo para arriba desafiando las fuerzas terrenales. Pies, pierna cubriendo TODO, tobillos todo, con aquel protector blanco, más blanco que ella. Rodillas, pierna derecha, pierna izquierda, pancita, etc.. hombros, brazos, codos, manos y pare de contar. Al echarse cual lagartija de espaldas, Lau siempre necesita un alma solidaria que quiera tocar su piel. Espalda (sin obviar cuello), piernas (pantorrillas y esencial: atrás de las rodillas, zona altamente peligrosa y dolorosa), pies y.. bueh.. nalgas (cuesta decir esto en un ambiente público).
En fin, ahí está Lau, quince minutos después, echada y feliz, llena de cremas hasta el alma, pero muy acalorada ya, tanto sol no le viene bien, y se ve roja, y teme por su vida y su piel. Escucha que alguien dice "qué fuerte está el sol" y un escalofrío la recorre. "No" piensa, "no me va a pasar nada" y ya siente calor, mucho calor, está sudando casi. Se mete a la pileta, sale y dicta "mucho para mi y por hoy" y se despide.
En fin, los días de playa son días de playa, los días de pileta son de pileta. Será que el día se ha reducido a una mínima hora, a un segundo? a un santiamén?
Lo único que puedo asegurar que que luego me digan que estoy demacrada hiere mi alma, así que no hagan como Samuel y si me ven amarilla, callen, que para mi es el mejor bronceado que puedo obtener.
(o hepatitis?)
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