viernes, enero 06, 2006

Condicioname un poco

Es como si me pusieras el caño de tu pistola bajo mi mandíbula justo encima de donde termina mi cuello. Es como sentir el maldito hierro congelado que me coagula inversamente la sangre, me escarcha la piel sin que yo quiera.
Y yo que solo creo en cerrar los ojos y apretar los dientes, como si eso hiciese pasar más rápido el tiempo y el dolor se concentrara en una botella perdida, en un sifón sin gas, en una jaula abierta sin aire.
Es como si agarrases y pusieses en marcha ese proceso de poner en marcha el proceso para dispararme, para dejarme sin vida, para cesar mi existencia, oh cuánto quieres hacerlo, lo sé.
Como si de pronto tu dedo pulgar empujase con gracia esa manijita metálica también hacia tu lugar, hacia tu espacio, hacia lo que sientes tuyo.
Como si en tu mente luchases entre destruirme ahora o esperar unos segundos más para ver un poco más de mi miedo deslizarse desde mi cuero cabelludo hacia donde la tierra grita, o desde mi frente, o desde mi sien, o desde mi espalda, o mi cuello, o mis ojos. Sí, es como si quisieses ver lo que pasa a través de mis ojos, como tratar de meterte en mis pensamientos una y otra vez a los empujones y sin permiso para ver qué demonios estoy tramando ahí dentro, qué quiero hacer o qué quiero pensar o lo que ya pienso aun sin desearlo.
Es como apoyar tu dedo índice en el gatillo y tener el poder de hacer lo que se te plazca, como mirarme picarezcamente pero sin muecas pero a los gritos. Es un insulto grotesco.
Me preguntes como me preguntes jamás te vas a dar cuenta de lo que pienso. Siempre te ha molestado mi silencio, quizás lo llamas acusador, quizás lo llamas vacío pues te da miedo de verdad.
Y a mi qué me importa?
Qué me importa lo que quieres? Qué me importa tu deseo de matarme.
Ya has apretado el gatillo cien veces al preguntarme cómo me siento hoy.

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