martes, septiembre 13, 2005
Directamente ahí
En el ojo, directamente en él, la uña se le metía en lo blanco y ya sentía el calor correr por sus poros. De a poco por la nariz, primero tanteando luego penetrandola hasta el dolor, acariciaba su cerebro, lo hundía, lo rascaba, lo masajeaba y lo lastimaba, dos de ellos repetían el ritual, dos por orificio, cuatro en total, cuatro que se hunden y se regocijan en la materia gris. El oído, tapado por otro, se mete sin cautela y se pierde la audición, se mete muy adentro y se encuentra con los cuatro que ya se instalan felices y ya no quieren irse, se encuentran los cinco y juegan un juego monstruoso de dolor, los cinco son ellos que no dejan existir. Se meten otros cinco por la boca y arrancan la lengua de un solo tirón, el calor fluye desde adentro, arcadas de placer, arcadas de asco, los cinco arrancan de a uno los molares, siguen con premolares, siguen los colmillos y no dejan tampoco los de adelante, de a uno los sacan sin dubitar, de a uno los arrancan y los tiran afuera, todo es caliente todo es un lago que grita. Mucho sulfuro. Fluye roja por la piel y va tiñendo el camino. Se unen otros cinco y otros cinco se les unen a los anteriores, ya son cuatro manos las que están sobre el rostro, cuatro manos que arrancan los ojos y no dejan nada, cuatro manos que arrancan la vida y no dejan nada.
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