Llueve, hace mucho frío. El cielo está gris, mucho viento, y otra vez Buenos Aires se ha cobrado la vida de mi paraguas, no sirve ya.
El piso está absolutamente brillante, muy lleno de vida, cada tanto se refleja ante mis ojos un pedacito de realidad. El cielo sigue gris, y yo ya me mojé las zapatillas, corrí al colectivo, subí, me senté y hasta veo como cuando va por la costanera, se llena de agua que surge de entre las chapas.
Miro por la ventana y la gente camina con esas caras de días de lluvia, esas donde tienen la mirada perdida y el cuello torcido hacia abajo, cuidan sus pasos en este buenos aires de baldozas flojas. La gente se ve realmente triste.
Llego a mi casa y todo es un caos porque así quedó de anoche.
Ah, me siento medio triste hoy, no tengo ganas de escribir.
Definitivamente es un día de sonatas de piano de Beethoven (así bailando hace un rato hice un saltito y me pegué pequeño golpe, ya no estoy para eso).
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