martes, octubre 03, 2006

There is no if

Resultó ser que siempre la culpa era de ella según él, y él enfermamente neurótico por dentro, no podía dormir jamás una noche entera de un solo tirón. Vueltas y vueltas en la cama, se levantaba, se acostaba, iba al baño, se paraba delante del espejo, se acercaba a su imagen, como si nunca se hubiese visto antes. Se miraba y se penetraba sus ojos, algo surrealista, se penetraba a sí mismo alegóricamente en el baño de su casa. Con los dedos índices tiraba de su piel de debajo del óculo para observar el rojo sangre que bañaba la zona, le dolía el cráneo, no la cabeza, le dolían los huesos craneales. Sentía cómo el lóbulo frontal se hacía un uno con los temporales y se sumergían en los parietales y todo eso trataba al mismo tiempo de salir por la cavidad que ya ocupa el cerebelo y compañía. Sentía su cabeza explotar. Sus huesos querían abrirse y dejar libre la masa de una vez por todos.
Se inclinaba de vuelta hacia atrás y ya se veía la cara entera de nuevo. Miraba sus pies, estaba descalzo parado sobre los azulejos frios del baño, un escalofrio le subía siempre por la pierna izquierda, torso, brazo y acababa en su nuca, haciéndolo reclinar hacia atrás frunciendo su cara con los ojos cerrados.
Ella siempre tenía la culpa. Ella siempre tenía la culpa. Ella recostada ahí, no lo había sentido levantarse por enésima vez, pensaba él, en el egoísmo de ella de no percatarse de él levantándose con poco cuidado tratando directa e indirectamente de despertarla una y otra vez. Pensaba él que ella bien podría ayudarlo, que ella bien podría estar con él cuando ella no estaba. Pensaba él que muchas de las cosas malas que le pasaban eran por ella, y ella que no le decía nada a él, para qué hacerlo? ya suficiente era cargar toda esa culpa en sus espaldas, pensaba él.
Recostada de costado, mirando la pared, ni siquiera él se habría despertado con ella abrazándolo, no, ella recostada de espalda mirando la pared, culpable, odiosa, demasiado verdad para ser cierto, demasiado amor serio para él que no esperaba eso o bien que no creía merecerlo, bueno, eso muy en su interior. Él, que en las mañanas abría sus ojos y sólo en ella pensaba y ella ahí, durmiendo como siempre, desagradecida. Ella que sólo lo quería a él, que no le mentía, lo adoraba a él, que desconfiaba de ella, que armaba historias en su cabeza para despreciarla y no dejarla a ella amarlo como lo amaba a él. Profundamente.
Él que no creía en decir las cosas, ella, que creía en decirlas todas cuando las sentía por él, que la quería, pero no la amaba a ella que lo amaba tanto que agradecía siempre por él.
Y sinceramente ella tenía la culpa, de creer en él que de ella no esperaba eso y así terminó por arruinar algo que podría haber sido su salvación y de ella su casi vida.


Historias Mínimas del Atelier.

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