OUIEA.
Todavía hay cosas que asombran. A no darse por vencida.
Oh sí, oh no. Hemos superado la etapa de asombro según la filosofía fía fía, del mundo de sophy, donde aquel primer asombro de niño al ver o mejor dicho percibir los objetos por primera vez en la vida era una experiencia o es una, única. Pues ahora lo que asombra, a esta altura y en adelante, han de ser las personas y sus multifacéticas estructuras vitales.
El 60 a la una de la mañana puede ser algo muy extraño, oscuro denominémoslo, pues oscuro ha de ser la palabra que suplante a bizarro en mi limitado léxico. Oscuro sesenta a la una de la mañana, mucho número y poca´nuece´ahí, pero qué importa. Voy parada mirando por la ventanilla la oscura avenida bonaerense que me lleva a mi casa cada vez un poco más cerca. No hay nadie en la calle, nadie. Las luces alumbran el granito del asfalto y me acuerdo de esa bola pasionaria que crecía en mi pecho los primeros meses en la capital cuando volvía tarde de la facultad y cruzaba Lugones. Wow. No es que en tucu tucu no haya luces, pero es tan diferente estar tan lejos y estar tan cerca siempre, y no hablo de recuerdos, hablo de mi.
Y bueno, volviendo un poco.
Miraba por ahí, medio perdida y me tocan el brazo en el sesenta lleno a la una de la mañana, me doy vuelta y un muchacho me ofrece un asiento libre, pienso en decirle que no, como toda respuesta que doy cuando me ofrecen un asiento, y no sé por qué siempre digo que no porque decir que sí no tiene nada pero Nada de malo. Así que lo miro a los ojos y le digo que sí, gracias, pero me arrepiento y le pregunto si no quiere sentarse y me dice que no, así que maravillada de una actitud poco esperada de un capitalino, me siento y prosigo a mirar por la ventanilla de nuevo, sin antes por supuesto, agradecer mirandolo a los ojos de nuevo.
Caballería como la del Quijote, existe una pizca perdida también. Camino en la obra, camino en mi trabajo y como obra que es, es una chanchada de materiales, polvo, hombres, sudor, uno que otro silvido y un par de piropos que me pregunto si son para mi o para el portador de los pamperos que me pasa al lado medio mirando de reojo. Está todo el piso mojado diez metros adelante y uno viene caminando en frente. Con sus botas pisa el agua, me ve y vuelve tres pasos, agarra una baldoza que le sirve de capa, se la saca y la pone sobre el agua para que yo con mis zapatitos no pise y me moje y me ensucie, me sonrío y le digo muchas gracias, tímido ni me mira y sigue caminando casi murmurando un de nada.
Pasa que lo que asombra es la gente a esta altura, asombra, conmueve. Como me conmueve Luciana cuando habla de su sufrimiento y me cuenta y los ojos se le llenan de lágrimas. "Que no te joda eso, olvidate" le digo yo, y parece tan fácil lo que digo y me dice "eso en cuestión de razón lo entiendo perfecto, en práctica no lo puedo" pero es así, manejarlo un poco, pensarlo desde la otra parte. No casarse con nada ni con nadie. Subsistir.
Al fin de cuenta lo que nos compete a todos de todas las generaciones es practicamente lo mismo. Escuchaba a mi compañera de trabajo que supera los cincuenta y pico hablar con mi jefa análoga en edad, decía de haber salido con un tipo y que el tipo que esto y que el otro. Y me subo al subte y escucho a unas quinceañeras hablar exacto lo mismo, otro tono, otros códigos, pero lo mismo al fin de cuentas.
Será que la mayor cuestión de todas son las relaciones con el sexo opuesto, desde que nos enamoramos de nuestros padres cuando somos niños a cuando nos enamoramos de nuestros hijos y nos enamoramos paulatinamente de la idea de muerte y nos enclaustramos a ésta y todo empieza a perder sentido y nos divorciamos de la vida. Entonces no hay que casarse con nadie ni con nada pero si con la vida, uy sí, eso me gustó un poquito más. Entonces la vida no es tan terrible, no sé si no es tan terriblemente sartreana pero es terriblemente existencialista pero es terriblemente sexy.
Me encanta la vida cuando me encanta la vida.
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