viernes, marzo 31, 2006

Descampado

Cuando uno se acuesta en el pasto a la noche, o a la madrugada o pasa la noche hasta la madrugada acostada/o en el pasto de una colinita, o de una pradera, o de una colina que luego es pradera, en algún momento se siente el rocio de la noche o bien se siente el pasto ya mojado y eso se te pasa un poco al cuerpo que de vez en cuando se estremece.
Ahí estábamos nosotros, iluminados solo por la luz de la luna, charlando acostados, nuestras cabezas practicamente chocaban. En mi oreja podía sentir la suya. Pero nosotros desde arriba, senitalmente, formábamos una V perfecta.
Dame la mano. Sí. Mi mano izquierda es tomada por su derecha, me aprieta bastante y me hace suspirar. Será que él sabe cómo hacerlo, cuánto apretar, cuánto estrechar mi mano para estremecerme, para hacer que yo recuerde que él es él y está ahí y yo le entrego mi mano como mi alma. Muy simbólicos siempre hemos sido.
Ahí de la mano los dos hablamos y miramos al cielo, de la mano, acostados, medio empapados por el cesped mojado, pero nada de eso importa, es la suma de todo lo hermoso en ese momento, donde nadie quiere dormirse.
De pronto como si el cielo fuese un plano, por la derecha comienzan a entrar una bandada, a inundarse de muchos puntitos luminosos que van pintando de otra tonalidad el cielo si entrecerro un poco los ojos. Primero negro luego ya no tanto. Y todo de pronto está bañado de esos puntos que cada vez son más y cada vez iluminan un poco más en la oscuridad.
Me palpita demasiado rápido el corazón, pienso que me voy a morir.
Libres a la intemperie estamos entregados los dos.

-Tengo mucho miedo.

-Yo también.

No hay comentarios.: