miércoles, julio 06, 2005

Hace cuatro dias y contando que me duele la cabeza.
Suena el despertador y me da un IAM (infarto agudo del miocardio) cada vez que pasa, sin embargo me levanto y se me abre el cráneo en mil pedazos y cada uno de estos pedazos tienen astillas filosas por un lado y martillos por otro, empieza el martirio, entre puntadas en algún hemisferio en particular y escalofrios en el mismo, y los tambores adentro de la caja resonantes e imparables, lo único que me despierta son las ganas de que alguien me de un buen golpe y me deje inconsciente para no sentir nada de esto, igual debo levantarme.

Prendo la luz y miro el despertador "seis de la mañana??!" estoy como cinco minutos hasta que recuerdo para qué me tenía que levantar a esa hora, y sigo convencida de que es domingo o un feriado milagroso, pero no, es un dia más, y ya me estoy figurando todo lo que debo hacer con el transcurrir de las horas.

Con la mejor cara que puedo me dirijo al baño, agarro el cepillo de dientes y luego de ponerle pasta (dentífrica) lo llevo a mi boca y me miro en el espejo, deplorable.

Me visto, con la mejor cara que puedo y no que quiero, abro la puerta y salgo a enfrentar el dia una vez más. Primero el aire congelado hace que se me ponga la piel de gallina, el dolor de cabeza se hace sentir, los tambores ya no son esos los de antes, ahora son muchas tribus juntas con pequeños tamborcitos imparables que cuando sienten que presto más atención a no prestar atención al frio, tocan con más fuerza para que los recuerde. Lo hago.

Llego donde vaya, me tomo un café o un té, o lo que tenga ganas (una mala manía de no desayunar casi nunca en mi casa) en fin, la cabeza me duele, pero no como antes, un poco menos. Trato de olvidarme. Ilusa.

Pasan las horas y sigo con dolor, me veo en algún espejo, definitivamente tengo cara de dolor, la gente me pregunta una y otra vez si me siento bien -no, en serio, estoy bien
-es que estás muy blanca
-bueno... pero es que soy así, en serio. (sí, soy transparente)

Me armo de valor, me tomo un migral (-no, éste, es el último dia, por favor, el último dia).

Van pasando las horas, y el dolor se va por los efectos químicos, me siento feliz, pero atontada un poco, igual no me importa mucho.

Intento crear, hago cualquiera.
Intento hablar, no me concentro del todo.
Intento dormir, mejor no lo intento, la última vez que tuve maratón de migrañas, estaba tan mareada y mal que me acosté y dormí seis horas de siesta, de una siesta profunda y muy muy oscura, con pesadillas demasiado tenebrosas para mi, qué miedo.. capaz que no me despertaba más.

Prefiero no dormir, no por lo menos en mi casa, duermo en los transportes públicos, y cuando me levanto para bajarme me doy cabezasos con los techos de los 107, sí, así, como ven, y todo el mundo se da vuelta, y yo me hago la que no sé qué pasa y siento un chichón y ese cosquilleo de cuando te das un gran golpe y no te podés masajear... y vuelve el dolor de cabeza, pero peor, y me duele por migraña y por golpe.

Lo más digna que puedo, me bajo del colectivo, sé que tengo miradas en mis espaldas, sin embargo camino como si nada, como cualquier hija del vecino sobrecargada de morfología.

Llego a casa, nada para comer, ganas de cocinar? ninguna. Pongo Seinfield, y la vida vuelve por un rato. Me hago una sopa de avena.

Y así sigue el dia.. y así se intercalan tiempos y acciones y personas y se van tiempos, acciones y más personas, y llega la noche, vuelvo de clases, frio intenso, manos, pies y nariz, todos helados.

Me miro en el espejo del ascensor y me veo ojeras, estoy despeinada como si me hubiese agarrado un huracán "qué dejada que estoy por favor.." y subo a mi departamento.. no hay nada más que sopa..
Nada más que sopa y dolor de cabeza.

Estas épocas no pueden ser tan cambiantes en cuanto sentimientos, esto es muy increíble.

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