domingo, junio 12, 2005

¿Cómo será?

Cuando los mozos vuelven a sus casas ¿qué pasa?
¿qué pasa?
Acaso sientan a su mujer a la mesa, y corren a gritarse a ellos mismos en la cocina para apurarse “marche un ascensor y un lomito salteño los dos completos sin picante con cebolla y poca mayonesa!”
Vuelve, le echa el plato en la cara, para después salir corriendo aún oyendo los gritos de su mujer que le pide por dios y la santísima virgen que coma una vez en la vida con ella, porque desde que se casaron lo único que hace es tirarle cuentas manuscritas en caligrafía médica en la mismísima cara sin dejarla terminar de tragar el último bocado de una comida recién hecha y muy caliente.
Acaso las mujeres de los mozos se merecen tal trato?
Acaso los mozos NUNCA DESCANSAN? NUNCA?
Acaso vuelven a sus casas con los bolsillos llenos de monedas y billetes y se regocijan en su soledad contando su fortuna hasta que llega su pareja y comenta su hambre sentándose a la mesa? y ahí es donde empieza todo el delirio..
Automáticamente agarra el pañuelo con el que dos minutos antes se secaba la nariz y se lo cuelga en el antebrazo, se mete la camisa por dentro del pantalón y los ojos se salen de sus órbitas habituales. Se acerca atolondrado a su mujer que ya tiene cara de pánico y le pregunta, mientras limpia la mesa y pone una panera, con cuchillo, tenedor y servilleta dentro que luego acomodará, le pregunta qué almorzará.
Está apurada? quiere las sugerencias del chef? lo de siempre Srta?
Ella pobre, aterrorizada sabe que no dura más de media hora el delirium tremens, así que se apura a decir "lo de siempre" y se le erizan los pelos de los brazos, teme..
La comida le llega y él vuelve corriendo a la cocina, cada cinco minutos pasa por ahí preguntándole con la mirada si todo está bien y ella asentando y comiendo apurada.
Les ha pasado hasta salir a comer afuera y que él se pare de golpe y tome el rol del mozo auténtico quien automáticamente se da vuelta para atender otra mesa, finalmente se retiran, él con propina de ella, ella, totalmente avergonzada por la situación. Cruzando la puerta, ya es él de nuevo quien la abraza y le pregunta amoroso "querida, no tenés hambre? podemos ir a comer".
Les ha pasado hasta en la luna de miel. Llegados al camarote del crucero para el que ahorraron los dos en un tarro desde el primer mes de novios al casamiento, que ella se siente en una mesita a sacarse el maquillaje, y eso, simplemente eso, sea lo que active en él ese hambre interior, esa locura esquizofrénica de servir, de morir o servir. Y ya se para al trote, corre al mini bar y aun viendo los ojos de ella, empieza a abrir desmesuradamente esos invaluables productillos que uno nunca consumiría por cuidar su bolsillo ahorrista argentino.
-Srta, esto le sienta bien? Le sirvo algo más?
Ella no comprende, pero aún así, pensando que es otra de las fantasías de su recién denominado esposo, accede al juego inconsciente de él, muy conscientemente de su parte.
¿Qué más podemos esperar? La vida de una mujer que se casa con un mozo o convive con uno, es muy dura, o qué se yo?
Qué estoy diciendo de verdad?
Casarse n´est pas la solution. Le concubinaté, c´est. Jé.
Piensen en esto y en aquello.

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